Caminé sobre un mar de nubes.
Aunque no se cristalizó al verme
se convirtió en un cementerio de celulosa.
Tan esplendoroso
que profusamente tiño las nubes.
Tan virtuoso
que imponentemente cubría el valle
del sistema montañoso más lúgubre.
Tan sublime
que señorialmente mandaba reflejar
tonos pastel—de primera clase—
al cielo más mayestático.
Caminé
sobre un mar
y me hizo sentir
tan ridículamente ilusoria
como lo fue mi visión.

Gema Albornoz

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