El gato en el jardín se regodea atravesando el rosal. Ajeno a espinas y pétalos arrolla su cuerpo como un bicho bola, una cochinilla que busca los lugares de sombra, los más oscuros y húmedos. El felino puede respirar aunque sus garras no están en contacto con la humedad y no tengan siete pares de… Leer más El gato del jardín
En mi barrio, la luna se pasea por todas las azoteas. Es como uno de esos felinos de las arenas. Podría vivir en un desierto y no sentirse amenazada. Soporta cualquier temperatura, sin buscar ojos que la miren y simula que nunca crece. Pero lo hace y es tan escurridiza que entra a los hogares… Leer más En mi barrio, la luna
El pez aletea en el río. El gato se acerca a la puerta. Un dibujo inacabado de una casa abierta. Al paso de quien vuelve. La lluvia visita su lugar de origen. Muchos pies pisan la tierra, pocos la besan. Como a su mejor amiga tras un esperado encuentro. La lluvia regresa.
El poema nace con la curiosidad de un gato. Desde el misterio incomprensible, aprendiéndolo en su caricia desde el primer verso hasta el último. El poema maúlla sonidos ilimitadamente, con tantas peculiaridades como caprichos de voz. El poema puede estar inducido en el sueño, durante horas, días, meses, pero al despertar alertan su agilidad rápidamente.… Leer más El poema es un felino
Dejad que el gato sobre el tejado sea estrella en la noche y pájaro durante el día. Dejad que brille y aletee. En las calles, los puestos del mercado perfectamente colocados, las sillas de las terrazas recogidas. los faroles encendidos, mientras tú husmeas en lo que reluce. Y el tejado te mira, el cielo y… Leer más El gato sobre el tejado
Detrás de ella, una sombra se movía, sin esfuerzo alguno, con una bola blanca de hilo en la boca. Eleonora, la Guardiana de la Mirada al Pasado, corría— como era habitual en ella—los pasillos de su laberíntico habitáculo. Ambas llegaron a una habitación con una isla de madera en el centro. Encima de la pulcra,… Leer más Aretha y la Guardiana de la Mirada al Pasado
Puedo pasar muchas horas y días sin cuidados y sin compañía. No es nada raro que escale y recorra las cimas de muebles, sillones, sofás y pantorrillas. No me intentes acariciar a la fuerza por el costado. Cuando te ronronee un poquito date por avisado. Comienzan los minutos de caricias hasta que sea necesario. Te… Leer más Antes no
Si me miras, tan fijamente, me quedo aquí, bien escondido. Cuidadosamente, asomo, con medida, una pata, y persisto para salir, sin huir. Sin parecer un maniquí. Gema Albornoz Esta obra de Emociones encadenadas está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional. Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.wordpress.com/.
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