He perdido la nota
en la que iba apuntando
el número de veces
que pasaste por mi mente.
Olía a ceniza de cualquier cenicero
improvisado cubierto de colillas.
He perdido la cuenta
de las veces que te dije
que vinieras conmigo.
Aunque no paseemos
descalzos por el parque
ni acabemos en un banco
de un jardín privado inglés.
Pondremos fin a las vueltas
en las que nos deslizamos
rodando por el césped.
He perdido la noción del tiempo
al buscar el marcador
que indicase la nota
de cada uno de nuestros movimientos
sincronizados.
Un récord que nadie haya alcanzado,
en el que nuestros besos
estén rozando la ilegalidad.

Gema Albornoz

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