Una sombra,
a contra luz,
asomada a la ventana.
Me dice que te ha visto
volver a leer las mismas líneas.
Aquellos versos que escribí,
guardé en un baúl de los recuerdos
y que no quería que fuese encontrado
por nadie, jamás.
Cuando acabó la tarde
y se igualaron los tonos
en el quicio de aquella ventana.
Una mirada seguía ausente.
Perdida en el manto estelar
que habían extendido las Perseidas
para volver a bailar.
Cientos de parpadeos luminosos
eran los indicadores
hasta dónde tenían que llegar
los destellos que escapaban
de las arrugas del papel aquel.
Aquel papel
que tenías, leías y releías.

Gema Albornoz

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