
Por una vez,
no cortaré ninguna excusa.
Ni ningún grito
de los que enmudecieron
al quedarse colgados
en un tendedero.
Tenía que airearse primero
y hacer noche
sin estar sostenido
por una de tus pinzas.
Por una vez,
iré vestida con las plumas
que se fueron cayendo
al zarandearme.
La agitación me acercó
a una realidad que desconocía.
Había olvidado palabras para ella.
Ella me dio las alas.
Aunque tuviese que agudizar
mis sentidos, primero.
Sentí, antes,
la oscuridad que me rasgaba.
Empezando por los dedos.
Sentí, después,
que la transición había pasado.
No cortaré excusas ni gritos.
Los dejaré libres,
volando.
Gema Albornoz
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