Martes 18 de agosto de 2020
sobre las 19:00 h.
Las cuerdas de la mochila cuelgan de mis hombros. La bolsa se balancea y tintinea a la altura de mi cintura. En su interior, la pluma EF 0.6 mm golpea y recorre todo el fondo de un lado a otro. Dos bolsillos pequeños guardan los atalajes más insignificantes: cartuchos de tinta azul inoxcrom, un lápiz sin punta, un paquete de pañuelos abierto y medio bote de gel hidroalcohólico. Mis pasos continúan y con ellos el traqueteo de todo lo que pesa sobre mi lomo.