Suena el timbre.
Las pizarras viven su estado
vacacional y las tizas su gravedad cero.
Flotan en el aire mientras el polvo llena las aulas.
En cualquier perímetro hay doble guardia
y toda utilidad del alcohol se multiplica.
El control de emergencia cierra las puertas.
El alumnado se mantiene fuera del alcance,
son alienígenas alienados.
Los pasos dados no definen el aula vacía.
Todo parece describir una salvaje ficción espacial entre nosotros
con dos metros de distancia.