A Don Pablo García Baena, in memoriam
Aseñoradas las nubes, hoy,
encargadas de condensar lágrimas
en su jardín de recreo de los Campos Elíseos.
Allí donde las almas inmortales se recrean
y festejan su eternidad. Allí
donde los bienaventurados dialogan
con los cipreses y pisan el polvo estelar
de las hierbas. Siguen el camino
hasta la puerta sagrada
donde tú esperas a tu ángel,
llamándolo demonio, tentador del aire.
Colgará la «eterna yedra»,
tras tus pasos
y despertarán las rosas elegíacas
en el instante de tu abrazo
con los peregrinos de Sandua.
Mientras tanto, corre un río
de versos desbocados.
Transita arrastrando tu recuerdo
como canto rodado,
como guijarro pulido que hace del mar
su hoguera sempiterna.
Donde bendice, ardientemente,
a quienes rozan tu memoria
con un verso de antaño.
Gema Albornoz
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