
Agitó un trazado
dentro de mí
desordenando el resto.
Asentir se convirtió
en el hábito anunciando mi orden
—y caos.
Cultivó un verano de pensamientos floridos
—violáceos y delicados—
y de su cruce cuatrocientos pensamientos
florecieron.
Buscó el canto
—creyéndome sirena—
en una caracola de mar
a la que conté mi secreto.
Sacude la vinculación.
Desaparecí al cruzar los brazos:
invisible
—iterum.
Gema Albornoz
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