Gracias 2023.

He aprendido que amor propio, no es egoísmo. Que no es necesario llamar a todas las puertas cerradas, sólo a las que nos esperan.

Gracias por cada uno de tus días. Por lo vivido, sentido y aprendido. Sobre todo, por celebrar que a día de hoy soy la mujer que soy, por las que fui y las que seré. Me reconcilié con cada una de ellas y reconocí que esta mujer que soy, apenas es una nota musical de una sinfonía de mujeres que me precedieron.

Que mi voz se cobija en la emoción. En todos sus sentidos. Que el asombro es uno de los motores de mi vida y de él va de la mano la belleza.

Que lo colectivo no nace en ombligo algune. Que la diversidad, los derechos y la libertad son sinónimos, espontáneos, familiares y autogestionados con la soltura, franqueza y embudo de cada une. Y que siempre, lo que es, es. Para todes igual.

Gracias 2023.

He sido un fruto de cosecha, una gota de lluvia, un cordero y una piedra. He aprendido que todas las piedras tienen una composición química diferente y que sus propiedades pueden ser básicas o auxiliares.

Que las asociaciones simbióticas entre los hongos y las raíces de las plantas vasculares son fertilizantes y mejoran la absorción de nutrientes y la producción agrícola. Que los barcos que encallan en puerto, no naufragan. Que ningún avión deja de salir, a pesar de perder pasajeros y que sólo lo hace cuando el cielo y la meteorología lo impiden.

Que cambiar el rumbo no quiere decir cambiar de dirección, aunque sea cambiar de camino. Que los caminos se cruzan, se recorren en paralelo y en todas las posibles direcciones. Y que eso, al fin y al cabo, es la vida.

Que aunque se repita millones de veces una palabra, no se verifica de esa manera. Que al pronunciar la palabra «tiempo», no transcurre como quisiera: a veces, más lento; otras veces, más rápido.

Y muchas cosas más, aunque eso ya, quizás vaya en la siguiente página de mi vida.

Gracias.