Presentación de Lección de vida, de Francisco Gabriel Zurera

La tarde del viernes era inquieta, desapacible y lluviosa. A pesar de eso, el auditorio de Desamparados, arropó al completo la presentación de Lección de vida, el último libro del escritor e historiador, Francisco Gabriel Zurera. Este aguilarense cursó un máster en la U.N.E.D de Historia Contemporánea de España en el Contexto Internacional, es experto en Archivística: Tradición y Nuevas Tecnologías por la Universidad de Córdoba y autor de las novelas Lo que nunca te conté, de 2013 y El pozo del olvido, de 2016. Además, en 2018 fue ganador del I Concurso de relato corto romántico Una leyenda en Zuheros, con el relato De los amores olvidados. Ha colaborado en diversos medios de información con microrrelatos como No sé, dímelo tú, Carta a viejo amigo o Doce de la noche y una fábula por contar.

Francisco G. Zurera acompañado de su padre.

Dieciséis capítulos bastaron para relatar una Lección de vida a Francisco Gabriel Zurera, historiador y escritor, en su libro de relatos con un denominador común, la muerte de un querido. Unas cien páginas, para estos dieciséis testimonios individuales o en pareja, que este historiador utiliza para contarnos casos como suicidio, asesinato por violencia de género, muerte súbita, casos de ahogamiento, muerte de amigo por linfoma, etcétera. Zurera nos adentra en el centro de estas experiencias de la forma más humana y cercana, y a la vez, clara y siguiendo un patrón científico. En cada uno de esos capítulos, hay espacio para la voz del narrador, para la voz del personaje y para una moraleja o “lección de vida” que ellos mismos aportan para personas que viven situaciones similares. Un libro que surgió a partir de una visita guiada a la Asociación Alhelí y el impacto de algunos casos con los que se entrevistó. Ante el tabú al hablar sobre la muerte y la presencia de la muerte en la vida, Zurera afirma que «cuanto más naturalicemos la muerte más fácil la aceptaremos», de esta forma admitiremos que la muerte «es parte de la vida».

Paqui Herrador, Yolanda Verdugo y Francisco G. Zurera con miembros de Alhelí.
Momentos durante la intervención de Diego Igeño.
En la mesa, de izquierda a derecha: Diego Igeño, Fran Zurera, Paqui Herrador, Yolanda Verdugo y César Ramírez.

Paqui Herrador, concejala de Educación fue en representación del Ayuntamiento para agradecer a la Asociación Alhelí la puesta en marcha del proyecto y la confianza en el autor aguilarense. Además, se alegró por el estado del auditorio que recibía esta presentación calurosamente.
El historiador y archivero de Aguilar, Diego Igeño fue el encargado de ser el maestro de ceremonias durante toda la presentación. De esta forma contribuyó con una reseña personal de “Lección de vida”, de esas cien páginas que decía en las que había aprovechado para «reflexionar, asimilar y también para aprender». Nombrando a su autor «altavoz de unas vivencias ajenas», todas ellas unidas por un «denominador común la muerte de un ser cercano y querido». Una tragedia que se ha recogido a lo largo de la literatura, como por ejemplo, Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre, recordaba Igeño. Así detallaba que «sobre los que se van o los que se han ido ya, se articula el pasado, el presente e incluso el futuro de los que se quedan», nombrando a cada uno de los protagonistas de estas historias y todas las personas que los rodean, que se han abierto en canal, casi literalmente, «para contarnos cómo han vivido, de una manera íntima y personal, su duelo». Y a pesar de ello, poder lanzar mensajes de optimismo que Diego Igeño resumió en una frase pronunciada por uno de los que ceden su testimonio: «Después del Apocalipsis, el Génesis». Rompiendo el tabú de la muerte, Igeño recordaba palabras textuales del libro: «La muerte también instruye». Además, como muy bien señalaba en su introducción de presentación, para hablar de un libro que trata sobre la muerte, la paradoja de un libro que no sólo incluye la palabra «vida» en su título, sino que «acaba convirtiéndose en una exaltación de la vida». Por último, explicaba que aunque sus historias estuviesen recogidas en Málaga, no era importante, porque de alguna forma, son ese tipo de historias que ocurren en cualquier lugar, cualquier pueblo, ciudad o familia pudiera vivir este tipo de situaciones por grande o pequeña que fuese.

Acto seguido dio la palabra al doctor César Ramírez. Es licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Málaga, con un amplio currículum y director del Instituto Quirúrgico de Andalucía. Además es el único cirujano en la UE que ha conseguido acreditarse mediante examen en seis diplomas distintos y con una lista de innumerables premios y distinciones sanitarias. De su compromiso con su ciudad y sus asociaciones, en este caso con la Asociación Alhelí de Málaga, surge la posibilidad de ser el mecenas de este proyecto. Este libro que se financia a través de él. Un proyecto que según César Ramírez «creo en la ayuda de las personas a las personas», relatando cómo cuando la presidenta de la Asociación le dio la posibilidad de poder ayudar con el libro. Asimismo, cuando se refería a Zurera admiraba su sinceridad y emoción «porque enfrentarte a las personas, como él se ha tenido que enfrentar, de forma desnuda, y en situación de sufrimiento, no es nada fácil y lo ha hecho también de una forma altruista».
Diego Igeño presentó al «factótum del proyecto», la persona que impulsó y coordinó todo desde el principio, Yolanda Verdugo, fundadora y presidenta de la Asociación Alhelí. Esta enfermera de profesión, en repetidas ocasiones agradeció el trabajo del autor y contaba de forma anecdótica cómo surgió el proyecto a través de una casual visita turística a la localidad. El encargado de esa visita turística, finalmente, fue Fran Zurera y durante las conversaciones comentó que había escrito dos libros. Después de unas semanas, Verdugo se puso en contacto con el autor y le comentó el proyecto que tenía desde hace meses en su cabeza, tomando forma en la realización de una de las ilusiones de la asociación malagueña.
La presidenta informaba que todas las ventas del libro serán destinadas para seguir haciendo el Programa de Prevención de Duelo Patológico. Verdugo aseguraba que «cuando llevamos un proceso normal de duelo, la cosa funciona muy bien, pero la vida no nos trata bien muchas veces y donde más se complica el duelo es cuando un padre tiene que enterrar a un hijo, y si la forma no es todo lo que pensamos que sería, entonces todo se complica más. Como puede ser un suicidio, que creemos que no nos va a pasar y al final nos pasa o como puede ser un accidente de tráfico o cualquier cosa, el mismo cáncer, tanto infantil como adulto». Yolanda Verdugo mencionaba que era muy importante que sólo ayudaban a personas que querían ser ayudados, «si hay alguien que no quiere aceptar la ayuda es muy complicado».

En la mesa, de izquierda a derecha: Diego Igeño, Fran Zurera, Paqui Herrador, Yolanda Verdugo y César Ramírez.

Yolanda Verdugo, avisó a los asistentes de que había tres personas preparadas para dar su testimonio, finalmente fue Carmen Gálvez quien nos habló de su hijo:

«Hola, buenas noches. Gracias a todos por acompañarnos.
Yo soy Carmen, formo parte del Grupo de Ayuda Mutua de Alhelí y entré a formar parte en él hace año y medio, porque Pablo, mi único hijo, se suicidó. Yo puedo decir, literalmente, que, el estar hoy aquí se lo debo a Alhelí, se lo debo porque fue mi único soporte vital. Cuando hay un suicidio, la sociedad general y la familia no sabe cómo tratarlo y en vez de acompañarte te deja sola. Y una persona que no conocía ni a Pablo ni a mí, nos cogió, nos ayudó y nos hizo estar hoy acompañandoos a vosotros. En Alhelí encontré un sitio donde yo poder decir lo que sentía sin que la gente se asustase, sin que se echase a correr, un sitio donde yo podía hablar, decir cómo me encontraba. Y escuchar a las personas que me acompañaban, que habían perdido a hijos por asesinato, por accidente, por enfermedad…cada caso nuestro es muy distinto y nosotros también somos muy distintos unos de otros, pero hay una cosa que nos une y es el dolor. El dolor y las ganas de seguir adelante, la necesidad de seguir adelante. Yo siempre digo que he tenido la suerte de tener un hijo 31 años. Una suerte tremenda porque he tenido una persona maravillosa a mi lado. Cada día me decía que yo valía, que era una mujer fuerte, que era una buena madre, pero sobre todo me decía que era una buena persona. Y gracias a él hoy puedo aquí hablar con vosotros. Él me da esa fuerza. Además de eso, a raíz de la muerte de Pablo, por suicidio, al encontrar la incomprensión, el tabú, el estigma, el silencio, también el enjuiciamiento de los demás, hacia mí y hacia mi hijo también. Eso lo provoca el desconocimiento, porque la persona que se suicida, en ningún momento quiere dejar de vivir. La persona que se suicida solamente quiere dejar de sufrir. En ese momento, lo único que encuentra, es quitarse la vida. Pero si esa persona recibe ayuda, si nosotros hacemos visible el suicidio, podemos evitar muertes. Los accidentes de tráfico están disminuyendo, también el maltrato a la mujer, hay campañas. Yo creo que sería muy necesario hacer una campaña para quitar el suicidio. Mi hijo no va a volver, pero sí pueden quedarse aquí personas que en este momento están sufriendo. Y también evitar, que personas como yo u otros padres, tengan este dolor inmenso. Un dolor grandísimo. Pero hoy lo que quiero dar es un mensaje de positividad, si tú buscas ayudas la vas a encontrar, además de forma altruísta. Esa persona me ayudó a seguir adelante, a que esté aquí hoy y me está ayudando a que dé visibilidad al suicidio. En esta lucha me encontré totalmente sola, ni familiares, amigos, ni conocidos, nadie me apoyó, solamente una persona, una y es Yolanda Verdugo, por eso, le estoy eternamente agradecida».

Durante las intervenciones.

El último en intervenir fue Francisco G. Zurera que agradeció emocionado a cada uno de ellos su participación y la acogida del público, en su aforo completo, pese al lluvioso día. Un proyecto que dice que ha llenado muchas horas su cabeza, anécdotas e historias que ha trasladado a muchos de sus familiares y amigos. Reconocía que «no sabía a lo que me enfrentaba», hasta que en una entrevista «llegué a aquel lugar donde me encuentro a un matrimonio, que si los viéramos por la calle pasarían desapercibidos». Zurera relataba, «desde ese momento, cuando vine, no os podéis imaginar, cómo cambió mi percepción de la realidad», «nosotros no nos damos cuenta de que estas cosas que ocurren nos dan como una bofetada de realidad y nos abren la mente».
El autor, sin guion en mano, nos puso en situación de cada testimonio y concluía que «yo llegaba desnudo de palabras», «porque creo que lo importante son ellos».

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