Me arrodillé
y rogué pidiendo paz
ante la imagen de un dios
al que nunca vi ante mí.
Corrí circularmente
como el agua de un desagüe
cuando se va, pero el camino
continuaba por tuberías laberínticas,
arquetas y cañerías. Recogí mis propios
trozos del suelo —pizca a pizca— para
salir a flote y nunca —jamás— esperé
el permiso de unos ojos. Ahora —tú— no
me arrodillo, ni ruego, ni corro, ni huyo;
—tú— sigo recogiendo mis pedazos, pero te busco.
Busco unos ojos: los tuyos, por todas partes. Tú.
El silencio —tú— me sostiene hasta ese efímero rastro
hasta ellos. Y miro. Y veo. Y te miro. Y te veo.
Gema Albornoz

Esta obra de Gema Albornoz está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivar 4.0 Internacional.
Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.com.

