Un minuto nace,
impunemente,
de tus parpadeos.
Eres la aguja,
giras sin tregua
y salvas el ritmo del día
con cada tic-tac.
Has tocado con tus puntas
el fin
y lo has regresado
al inicio.
Das paso a la noche plateada,
a la madrugada peregrina
y al amanecer instigador.
Sin escuchar, entonces,
ninguna voz
clamándote
diosa atemporal y periódica.
Tuyo es el trono
y la corona de las Eras.
En la Tierra de las Ocho Sombras
te conocen
y cuentan los aleteos
de tus párpados
para sumar sus horas.
Gema Albornoz
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