Hice una hoguera
en la noche.

Mantuvo alejado
el frío
y el temblor.

Ardieron restos
de arbustos secos,
ramas y maderos,
recogidos en la mañana.

Carbón de leña,
ascuas en el corazón.

Echó fuera algunas brasas
movidas por el mismo aire
que la enciende.

Ese susurro del viento
que prende fuerza
solar
en el centro.

En el mismo lugar
dieron muerte
y concluyó
la caza de brujas.

En el mismo lugar
extendí mis manos
sin miedo.

Hice una hoguera
en la noche
y salté
por encima de ese sol
naciente en el suelo.

Sin olvidarme de todas
las pasadas cenizas.

Absorbí ese fervor doloroso
y ardiente
por cada poro
de mi piel,
en aquella noche,
frente a la hoguera.

Gema Albornoz

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