El embarcadero
estaba desierto.
A la deriva
venían barcos,
silenciosamente.
Hacia adelante,
hasta el filo
—mi propio límite.
El mar —línea azulina.
Mis pies tocando cubierta.
A la deriva
venían nubes,
silenciosamente.
Hacia adelante,
hasta el filo
—mi propio límite.
Torres celestinas
vigías de cómo se tocan:
el muelle y el barco,
el cielo y el mar.
Romances que no terminan
ni pierden fervor
en la caricia.
Añoran la posibilidad de verse
sin ocultar sus pérdidas,
ni lo ganado
al cruzarse en la línea invisible
dibujada por mis dedos.
Gema Albornoz
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Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.com/.
¡Preciosos versos, Gema! No me canso de pasar por aquí…
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Mil gracias, Miss Poessía.
Encantada de que sea así. Espero que estés a gusto entre mis versos.
Un abrazo. 😊🎈🎈🎈🎈🎈
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