
23:00 Calle Ferraz, número siete. Barrio de Argüelles. Madrid.
—No entiendo cómo siempre estas jornadas intensivas de investigación acaban en mi casa, con una docena de cervezas, todo tipo de comida porquería y el fútbol de fondo, chicos, ¡atentos! Volvamos a repasar los hechos—insistí una vez más y como ni mis palabras ni mis voces eran convincentes, me puse a agitar los brazos delante del televisor.
—¡Uy! ¡Caaasi! —vociferó Olmo llevándose las manos a la cabeza al ver el balón golpear el largero.
—Lorente, Olmo, ¡venga! No hemos venido aquí para eso, Benítez tiene razón. Tenemos trabajo que hacer—mi infatigable compañero, Rodríguez, me cubría una vez más, las espaldas.
—Estoy pendiente de…—dije cuando sonó mi teléfono, me lo saqué del bolsillo del pantalón y miré la pantalla: era Aurora. Mostré la pantalla a los chicos y me puse el dedo índice en la boca pidiendo silencio para atender la llamada. —¿Si Aurora, ¿qué necesitas? — respondí templando mi voz.
—Aurora necesita muchas cosas…pero ahora está conmigo. Esta pequeña estará bien. Estamos en contacto, mi querida Benítez—sentenció una voz barítona con un tinte oscuro en su acento, o en sus palabras. Había algo oscuro en él. No es la primera vez que la escuchaba, era la voz que había perseguido todo este tiempo. Aurora…Aurora está secuestrada—grité a los chicos—Abrimos tres líneas de investigación en este mismo instante—Olmo y Lorente, quiero nuevas hipótesis sobre MNR 888, Rodríguez, escucha bien, te ayudará todo lo que ya sabemos de estos años, también os mostraré lo que encuentre. Nos vemos la Comisaría en 72 horas. No os dije nada aún pero el Comisario me dio una semana para resolver este maldito caso. Cualquier novedad o noticia de urgencia se notificará e interrumpiremos cualquier cosa, repito, cualquier cosa que estemos haciendo para dirigirnos allí. No quiero hipótesis vacías, necesitamos cosas, hechos, documentos, personas físicas. ¿Todo claro? —consulté, finalmente, tras haber expuesto todas las formulaciones que mi cabeza me dictaba.
—Todo claro como el agua— gritó Rodríguez y los demás asintieron. ¡Nos vemos en tres días!
Calle de Balmes. Local con puerta roja al lado de la parte trasera de la Biblioteca Pública. Madrid.
Han pasado: 3 horas y 30 minutos.
—No es hora para hacer nada, pequeña. Ahora hay que dormir. Ha sido un día difícil y un viaje agotador—dijo el señor con voz de divo. Me colocó en la cama, atándome manos y pies a ella, amordazándome y despidiéndose al decirme—mañana será otro día, pequeña. Descansa bien. Prometo que no estarás mucho en esa postura.
Han pasado: 12 horas y 30 minutos
—Despierta, ¡despierta, Aurora! Son las diez y media de la mañana, debes desayunar, pequeña—me desveló la voz profunda.
—Sí, ya voy. No sé qué pretendes qué haga—inquirí señalando con mis ojos que me encontraba atada de pies y manos; ya empezaba a molestar y fruncí el ceño como señal.
Después de ponerme sentarme en una silla sólo lo observaba anotar en una libreta ochos que se entrecruzaban porque no paraba de hilarlos de punta a punta de la hoja.
Comisaría de Distrito Madrid Chamberí.
—¿Para qué llamaste Benítez? ¡Sólo han pasado doce horas y media! —masculló Lorente algo malhumorado por la presión que sentía sobre sí.
—Estamos perdiendo un tiempo precioso. Quiero ver qué tenemos hasta ahora. Por eso os he llamado—hice un barrido por cada uno de sus rostros, mirando fijamente sus ojos y buscando la comprensión que debían tener sobre la situación en la que nos encontrábamos—Aurora Abreu está secuestrada, no sabemos si corre peligro, debemos resolver este caso cuanto antes para evitar una tragedia mayor—sentencié firmemente.
—Comienzo yo—dijo Rodríguez asintiendo mientras se levantaba de su asiento y sacaba unos planos de Málaga. Es difícil encontrar algo que signifique 888, así que lo identifiqué con una localización cercana, en este caso, en Málaga la Calle 8, 88, en Marbella—decía mientras redondeaba la zona que había señalado a punta de bolígrafo en más de una ocasión.
—Nosotros—dijo Olmo—mientras miraba de reojo a Lorente, tenemos algo parecido, pero las localizaciones que encontramos fueron algo distintas y un poco más alejadas, en concreto, tres:
8 Nueva York 88, Sodus, en el Condado de Wayne.
8 County Road 88, en Henrietta en el Condado de Monroe.
8 County Road 88, en Pine Island, Warwick, en el Condado de Orange.
—Demasiado rebuscado, pero es otra posibilidad—Les dije demasiado nerviosa para parecer convincente. Os tengo que dar la mía—afirmé suspirando. No me olvido de las letras, siempre pensamos en los números, pero las letras…bueno mi hipótesis es que 888 suelen ser los números que se relacionan con las casas de juegos y ¿cuál es uno de los lugares donde se juega a mayor escala?—pregunté inquisitiva.
—¡Mónaco!— gritó mi compañero incansable, Rodríguez. No cumple todas las letras pero…—en ese momento sonó mi teléfono e interrumpió la conversación.
—Hola, de nuevo, querida Benítez—me dijo— mi pequeña luz está bien, aquí en Madrid, no muy lejos de usted. Sí, no se complique. Es mi zarza ardiente, Benítez. Mi lamparilla de siete brazos. ¿Aún no recuerda? Piense, Benítez, piense…—y tras eso me cortó la llamada.
Han pasado 22 horas y 30 minutos
—¿Habéis tomado nota? He repetido sus palabras: zarza ardiente, lamparilla de siete brazos, no está lejos y la llamó pequeña luz. ¡Lámpara de siete brazos! Buscamos cómo se llama, todo lo relacionado con ella y la zona más cercana…—tropecé con la mesa y me golpeé con el pico.
—¡Lo tengo! —gritó Rodríguez tecleando desde su mesa— MNR corresponden a las letras de la Menorá; según la Wikipedia es «el candelabro o lámpara de aceite de siete brazos de la cultura israelita, uno de los elementos rituales más importantes del judaísmo»—leyendo literalmente desde la pantalla.
—¿Dónde está la Sinagoga en Madrid? ¡La más cercana! —pregunté tocándome la pierna recordando el golpe que me había dado anteriormente.
—La Sinagoga de Madrid está en Calle Balmes, número 3. En el mismo Barrio de Chamberí—respondió alterado Olmo mientras comprobaba la información en su móvil.
—¡Vamos! ¡Están aquí mismo! —pegué un alarido que, por la supuesta cercanía, quizás me escuchase el propio sospechoso.
Han pasado 24 horas
La calle Balmes del Barrio de Chamberí estaba oscura, solitaria y tranquila. La parte trasera de la Biblioteca Pública no indicaba movimiento alguno. Un local con la puerta roja al lado de la Biblioteca era el único que tenía una luz encendida.
—¡Policía! ¡Abra la puerta o la echaremos abajo! Puede ser detenido en base a cualquiera de los casos del artículo 490—gritó Olmo, era su primera detención y estaba tan nervioso que le temblaban las piernas mientras mascullaba las frases desordenadamente.
—Bien, menos mal, que ya llegaron—nos dijo—aún no me preguntaron mi nombre, Luis, Luis Levi, ¿Recuerda ahora, Benítez? —soltó con ironía y una lluvia de imágenes me vino a la mente. Una niña, muerte por asfixia, marca de un ocho trenzada en el cuello, Orit. Orit Levi, mi primer caso, hace nueve años, el día ocho de agosto. Cerraron el caso, aunque no tenga justificación.
—Lo siento—le dije, sin dejar de mirar la pistola que sostenía en su mano. Haré lo imposible por reabrir el caso, Aurora Abreu no está dentro de esto.
—Te equivocas, Benítez—me dijo—Aurora Abreu es tu pequeña luz y la vas a perder, como yo perdí a la mía—sonó un ruido ensordecedor que retumbó en eco en el pequeño local. Corrimos hacia Aurora, el cuerpo estaba hacia un lado, pero estaba ilesa, la pistola se había encasquillado y había disparado a la propia mano que la sostenía—todos respiramos aliviados.
Quedaba, ahora, rellenar mucho papeleo, seguir buscando el cuadro perdido y llevar a Aurora a su hogar, sana y salva.
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