Me disculpo ya.
Quizás tantas veces
como Narciso se mirara a sí mismo
dejando voces en ecos marchitos.
Me excuso
por seguir ordenando habitaciones
mientras sus sábanas den revueltas
—donde no habrá aire entre tú y yo.
De buen grado exonero la posibilidad
de restaurar el Hospital de Agudos
en el que se refugiaron los enfermos
que dejaron más huella.
Sabiendo que ampliará sus dependencias,
de algún modo.
Me disculpo por no saber qué puerta cruzar
cuando señalas—indiferente— todas las ventanas.
Convertidas ahora en espejos.
Llenan las calles por las que paseo cada día.
Dispénsame
por no encontrar la llave,
ni la cerradura
de todas tus entradas creíbles.
Desciendo —naúfraga—por un agujero
hasta tu corazón tropical.
Perdiendo la ubicación en todo momento.
Sin lógica alguna.
Con dominio del tiempo.
Parándolo dos segundos antes
de descubrirme al lado.
Librando de culpa a esos besos que vendrán.
Bebiéndome el veneno amoroso
colgado en el tendedero de tu boca.
Transportándome a otro mundo,
haciéndome más pequeña un instante
y gigante al siguiente sorbo.
Indultándome
por tener, ahora, mirada inofensiva.
Ocultando las preguntas,
tras juntar las piezas de un puzle:
una mirada
—una coraza.
Gema Albornoz
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Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.com/.
Tremendo
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Muchas gracias, Marina. 🙂
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