Veo como algo oscuro
viene conmigo.
Llega hasta mí
pegándose a mi contorno.
¿Bajo qué sombra me siento?
No he sembrado ninguno
de los árboles
bajo los que ahora me tumbo
a descansar,
ni de aquellos en los que me colocaré
como un poste.
Hasta que iza la condena
conmigo,
de no ver ese doble acompañándome.
Porque al encenderse la suya
quiso dar un soplido para apagarla.
Pero no lo consintió
conmigo.
Se esconde tras ella,
se proyecta dentro.
No siento la mordida.
No duele
porque no es tan profunda
como para llegar al alma.
Avanzo
—y no hacia la boca del lobo—
con esa proyección.
Llevándola de viaje
conmigo.

Gema Albornoz

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