Cuestión de suerte.
Sin necesidad de buscar
un disfraz mejor,
bailando hasta el apagón.
Sin olvidar la letra de la canción
para seguir cantándola
por donde la había dejado.
Sin tener en cuenta
las vibraciones que mi cerebro
enviaba a mi estómago.
El termómetro de mi cuerpo,
tan desequilibrado
como mi eufórico vello.
Sin querer acompasar
el latido de mi corazón
con mi inestable risa tonta.
Sin necesidad de caminar
a otro ritmo
que no sea el nuestro.
Sin tener que medir
el nivel del mar
que se despierta
cuando se enamora
al observar la conexión
entre su agitación y nuestras manos.

Gema Albornoz

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VALIENTE, Vetusta Morla.