Llamé a la luz.
Me dijo que parpadearía
si mordía el cauce de un río
para ella.
Aquel día te llamé
para decirte cualquier cosa.
Hacía sol,
caminaba despacio y
la primavera estaba cerca.
Quería escuchar tu voz,
mientras olvidaba todas las razones.
Me preguntaste hacia dónde me dirigía
y no quise engañarte. Contesté que estaba
a punto de zambullirme. La luz quedó
hipnotizada al verme traer el río
colgando de los tobillos,
como serpentina, hasta sus pies.