La batalla comienza.
Una pelea con cuerpos y armas,
indumentaria de guerra y peleas épicas.
Tienes un ejército de pájaros
y llevas las alas a tu espalda.
Te muerdes el labio, aprietas
la marea y provocas, un poco más,
si cabe, su roce contra las rocas.
Si una ballena blanca se zambullera,
en ese momento, la confundiría con tu lengua.
Y no sabría, entonces, cuál tendría mayor fuerza,
ni cuál provocaría mayor destrozo, ni sus salpicaduras.
Puede que tu tropa de gaviotas se pose
sobre cualquiera de mis islas y coloque
tu bandera, antes de que pueda pisar tierra o mar,
y graznen su victoria en el triunfo final.