Queda un grito silenciado
tras ese ruido continuo
que no cesa, en mi mente.
Alguien roza mi hombro
llamándome la atención
y volviéndome del revés.
Ojos azabaches me miran
penetrando mis pensamientos.
Oleadas de sonrisas
que chocan unas contra otras,
provocándose.
Vuelve el grito —como aullido—
dentro de mí.
Mi cabeza en la luna
hasta que tu abrazo se acerca
y se queda allí, conmigo.
Gema Albornoz
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