
Es hora
de no ser una silueta.
Un brillo en la parte de atrás,
una nebulosa purpúrea de escamas
que caen cuando te acercas
con el dedo extendido para tocarla.
Es el momento
de no cegar a nadie
en esa fracción de segundo,
en la que mis ojos se abren.
Descubriendo en su fondo
un universo ajeno y paralelo
en el que nos trasladaremos
de un momento a otro.
Es la infinitud del tiempo
que toman mis manos en mancharse,
resbalándose por mi rostro,
para refrescarlo y darle vida
—y brillo—
para que el reloj se ponga en marcha.
Gema Albornoz
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