
Soy bajita.
El día aquel
que no alcanzaba
me bajaste un manojo de ramas.
Me serví de ellas.
Con ellas hice hoguera,
hoguera que rodeé.
Jugué con ellas
haciendo dunas huecas
y nidos en caparazones rotos.
Pinché nueve de ellas
en vertical,
en la tierra,
montando mi propia estructura,
mi propia tienda de campaña.
La cubrí con la piel de cada abrazo.
Soy bajita.
El día aquel
que no alcanzaba
me bajaste un manojo de ramas.
Mañana sonarán ondas de radio
anunciando que comienza la batalla
—cual nipón anunciando su incondicional rendición.
Da la orden
y me pongo en guardia.
Aún me quedan ramas.
Gema Albornoz
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