
Estrellas de día
sobre un cielo verde.
En cada uno de los pétalos
—que no arrancaré por nadie—
conservo mi inocencia.
Contienen, también,
mi alegría deseosa
por ser feliz
mientras maduran.
No duermen en mí
el sabio ni el caído.
Como en el centro
de la deseada manzana.
Porque yo sigo escapando
para ser silvestre.
Cuando vivo mi mortalidad,
a manos de otros,
voy en son de paz.
Aunque su amor
me lance como dardo infalible,
regale mi sencillez
o manche mi belleza.
Aunque sobrepase con mis encantos
esa decisiva verdad
que cae, rendida, a mis pies.
Gema Albornoz
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