
La puerta
quedó entreabierta.
Dibujando líneas
entre lo intrascendente
y lo sobresaliente.
Recibía moviendo
una cabellera de curvas.
Colgaba del rótulo
de la entrada.
Invitaba danzando
mientras evitaba
Los avisos chincheteados,
cabeza abajo,
deseosos de hacer su trabajo.
Conducían al umbral
del que suspendían
Perlas burbujosas.
Cazando males de ojos
en ebullición.
Hasta hacerlos espuma.
Hasta volverse a cerrar.
Gema Albornoz
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