
Al otro lado,
en una esquina,
estaba acurrucando las posibilidades
de que una de las balas de la conversación
le diese a cualquiera que no tuviese nada que ver
y pasase por el lado.
Y justo,
al otro lado,
una cabeza agachada,
enternecida por dos brazos
que la quieren soltar
y la obligaban a mirar al suelo
protegiéndola de los arañazos
que pudieran soltar las garras
de los que pasen rabiando.
Y allí,
al otro lado,
en una esquina,
crea su refugio.
Aunque no sea permanente.
Aunque no sea suficiente.
Gema Albornoz
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Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.com/.
Parece ser mejor al otro lado
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Hay veces, que los mejores rincones quedan al otro lado. 🙂
Un abrazo.
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