
Me cogí el bajo del vestido
y corrí por el sendero
a sabiendas que si me resbalaba
me haría un buen destrozo
en mi romántico peinado,
vestido amplio y mi débil cuerpo.
Me adentré en el bosque,
de prisas y de miedos.
Llegué a lo más alto
de aquel camino
y me senté a reposar.
Una taza de té
me esperaba.
Aún estaba caliente.
Humeaba levemente
y el sol se reflejaba
jugando conmigo
en el Palacio de Cristal.
Qué bonito, Gema. Es leve, ligero…como el tul del vestido. Me has creado una sensación de ligereza perfecta para estas horas de la tarde.
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Me vino la imagen tan claramente que tenía que intentarlo. 🙂
Gracias, Natalia. :*
Un abrazo.
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