Cerveza

El sabor amargo atravesó

mi boca la primera vez.

Hasta la segunda no se produjo

el flechazo. Como cuando

el lúpulo se enamora de la cebada

y siente la alabanza del agua.

Mi lengua, ansiosa por participar,

se deja llevar en el encuentro

entre frutales y el tiempo.

Momento de regocijo entre el silicio

y minerales divinos. Dorados por bendiciones

solubles que llenan mi cuerpo

de matices gaseosos,

amarillos, marrones o rojizos.

Despierta mi nariz cristalina

y halla una nueva verdad redentora

del alma.

Ante la espuma,

se hace su voluntad.

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