Despierto entre tus brazos
y duermo en tu cuello.
Levanta el oleaje el suspiro.
El mar y mi garganta quedaron sin aire.
Las alturas se quiebran
ante una tormenta que no se desata.
El temporal amaina y se lleva lejos
al tiempo, arrastrándolo por la arena.
Despierto entre las horas mudas
y el frío rocío, a la ladera de un valle.
Duermo mientras las estrellas fugaces
entonan una canción al caer. Todo sigue.