Mis derrotas
me adelantan
cada noche
e intento correr más.
Mis victorias
vienen por las montañas:
sin territorio ni batalla,
sin resistir ni bandera,
ni verde ni roja, ni amarilla, ni negra,
siempre blanca o eso quisiera.
Mis sueños
se despiertan de noche,
me entretienen de día.
No mira a lo lejos
pues le faltan dioptrías.
Va a paso mesurado
como al filtrar la harina
quitando la roña vieja,
se queda cernida más lisa.
Mi voz no es fuerte ni profunda
a no ser que te hunda la emoción.
No te dejes llevar por ella hasta el fondo
y agárrate —si quieres— de mi dedo corazón.
