Una línea en la pared
por cada confesión lanzada
a la superficie —en suspensión.
Boyas que marcan, claramente,
mis paradas, mis gustos y mis llamadas
de auxilio.
Una línea en la pared
extendida hasta el suelo,
por donde divagan mi fuerza
y la presión del aire —en suspensión.
Aleteos que abanican
mis desafíos, mis recuerdos y mis olvidos
más saludables.
Una línea en la pared
—y ya van seis—
por quienes se posan en cada una,
en cada una de mis líneas,
en cada una de ellas,
para no quedar deshabitada,
para no vivir desahuciada
de mí misma.
La pared sigue añadiendo líneas:
una línea en la pared y otra.
Y otra más allá.
La pared sigue añadiendo líneas
como la vida.
Gema Albornoz

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