
Aquella tarde
había seguido las baldosas amarillas.
Se habían acabado antes de llegar allí.
Creí estar en Oz
aunque no llevaba zapatitos rojos.
Las hojas llamaban coquetas
para que las mirase.
El árbol se alzaba
como el guardián,
protegiéndolas.
Seguí mi camino
tarareando una canción
en la que los pájaros
hacían la segunda voz.
Alargando los finales
con un gorjeo mucho mejor.
Gema Albornoz
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Preciosas letras, saludos…
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Gracias.
Un saludo.
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¡Precioso, qué bonitas letras!
Un abrazo
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¡Muchas gracias, Paloma! 🙂
Un abrazo.
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