
Corrían
sin cuidado.
Ramas crujían,
a su paso,
al engancharse
con alguno de los dos.
El sol lucía,
la temperatura subía
y su respiración se aceleraba.
Cogió la manzana.
Era la única
a la que el rocío
aún abrazaba.
Se la arrojó.
Era su invitación.
La mordió y se la ofreció.
Era su tentación.
Gema Albornoz
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Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.wordpress.com/.
Un juego inocente pero pecaminoso….Muy bueno Gema!!! Feliz domingo.
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❤ Feliz domingo. 😀 😀
Un beso, Natalia.
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