El rosal silvestre observa al sol con admiración,
grandeza de alma y mirada carmesí.
Ofrece cinco pétalos abiertos al sueño,
al alba y a la música del viento. Se vierte el agua
sobre su corona y un pasillo de pétalos
aterciopelados nace desde su centro,
bautizando sus raíces. Una senda rosa
por cultivar de colores únicos y perfectos.
Las espinas cayeron por las veredas.
El escaramujo destaca incisivo y
cubierto de celajes.
La misma flor
se tornará roja, carnosa y madura
al final del verano.