Un zumbido de abeja suena
y habita toda la sala. Su parpadeo
led es tímido, como si no quisiera molestar.
Sin embargo, la luz guiña incesantemente.
En un titileo de electricidad
que provoca al ruido.
Los seres vivos de la pared miran,
la pizarra se ve nítidamente, pero
es el ronroneo de esa abeja imaginaria
lo que llena la clase vacía,
cuando no están sus ojos viendo
ni sus orejas escuchando.