Podría haber sido cruel el viaje
del río, en época de guerra fluye
espacioso y desemboca. Igual hace en época
de paz. Yo he visto cómo se estructuró desde su nacimiento,
cómo partió la tierra —la roca madre— para salir.
Desde entonces, ha querido resaltar entre los demás.
Él ha acunado a los árboles, los ha mantenido —páginas
de la historia—; siempre ha vivido con la posibilidad
de cambiar su rumbo, como el barco que ansioso convierte
en cruzarlo su única misión. ¿Dónde vuelve? Él nunca podrá ir
hacia atrás, ya lo anunció Lorca. Y no quisiera hacer oídos sordos
a sus predicaciones. Aunque yo lo he visto bautizando la silueta de mi horizonte,
mantenida fértil hasta el día de hoy. Su nombre y el río. Porque al decir
“Guadalquivir” mi lengua marca el trascurso del río y se contagia de mí, a su paso
por mi boca. Como cuando pronuncio el nombre de Lorca y se extiende su sombra,
lo escucho y me ahogo.
Me ahogo.
Gema Albornoz

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