
Colgué en la noche
cada una de las exclamaciones.
No eran un grito de guerra
sino una carcajada
que se deslizaba limpiamente
por mi garganta con cada trago
de cerveza o de tinto o de esperanza
encendida,
por una palabra que ha llegado.
Y no ha llegado a destiempo.
Que ha sido recibida con los brazos abiertos,
las alas extendidas
y preparándose para saltar.
Colgué en la noche cada una de ellas
y se encendieron solas.
Cuando escucharon tu voz.
Gema Albornoz
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