De tantas vueltas dadas
me estaba empezando a marear.
No estaba claro hacia dónde dirigía mi vista.
Una fuerza interna me acomodaba
en el continuo equilibrio
tirándome de la mano
y prolongando los giros.
Fui consciente como en una de las vueltas
apareció un bosque
de la nada anterior.
Y allí estabas tú.
Sólo pronunciaste mi nombre.
Estiré mi brazo izquierdo.
Mis manos ansiaban rozarte.
Un ruido ensordecedor comenzó,
un aspirador.
Me succionaron hacia atrás
como si el espectro
fuese yo.
Gema Albornoz
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Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.wordpress.com/.
Muchas veces la mejor manera de equilibrarse es marearse primero.
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Buena observación. Mientras lo iba escribiendo también lo pensé. 😀
Un saludo.
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Bravo!!
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🙂
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