
A Antonio Cecilia Romero
Cuando la fragua
de Vulcano se encendió,
dejó un trocito de metal
encendido en tu corazón.
Tus ojitos empíreos
y tus manos de carbón
tallan con cincel primitivo
a golpe de luz y calor.
Tenazas incandescentes
y gafas de aviador,
guantes de serraje crupón
dando vida a bendita emoción.
Gallos que cacarean,
águilas que sobrevuelan,
rostros esculpidos
son tu revolución.
Árboles talados,
guerreros, mitos
y deidades
habitando tu fogón.


Debe estar conectado para enviar un comentario.