Cielo de Hojalata de Gema Albornoz: «La vida se parece a una lata oxidada.» Por Isabel Rezmo.
La vida se parece a una lata oxidada.
La abres, la exprimes, la saboreas y luego, se condensa y se erosiona por el paso del tiempo, las experiencias; lo bueno y lo malo, y al final cuando se presenta la muerte cabe hacer un balance de todo lo que ha ocurrido. La lata queda arrugada por el sonido hueco de la hojalata.
Deberíamos convertirnos en una lata de conservas. Tener la oportunidad de congelar el tiempo, de abrigarlo para evitar que lo malo influya en nuestro espíritu. Evitar que los seres queridos se vayan, porque eso desgasta. Nos consume, nos aprieta y nos ahoga.
Con estas reflexiones inicio la reseña del primer poemario de Gema Albornoz: “Cielo de Hojalata.”
A veces encuentro que cuesta trabajo, hablar de la vulnerabilidad. De la debilidad que supone dejar que la emoción se exprese y el poeta o la poeta se trasforme en un cuerpo o ser “normal” que deja abierta la ventana de su interior, y se desborda ante los hechos de la vida.
Nos hemos acostumbrado a pensar que la vulnerabilidad te hace débil, y no es así. Esta sociedad que va tan rápido, que aboga por el consumismo, por la idolatría de lo fácil, lo sencillo, lo práctico. Por una felicidad absurda y que delimita el que puedas mostrar tus emociones ante la pérdida o el sufrimiento.
Luis García Montero sobre la muerte de Almudena Grandes decía que la poesía es un bálsamo; pedirle a la poesía la posibilidad de una interpelación, de buscar un nuevo sentido a la vida una vez te deja en el vacío. A partir de ahí, en todo lo que te ofrece de pensamiento, de recuerdo, de memoria, de conocimiento de la propia experiencia se convierte en un consuelo. Es una manera de orientarse en la vida.
Dicen que gracias a la poesía contamos lo vivido, es así de sencillo. Y contar ayuda a descargar el alma, de vaciarse y contemplarse y de darle sentido y concepto a lo vivido.
Y esto es lo que he vislumbrado en este libro que acabo de terminar. Una calidad increíble, de Gema Albornoz ante este primer poemario relatando la realidad de muchas personas, pero sobre todo nos ofrece una importante reflexión sobre la vida, la muerte y las etapas de la vida. Así desgrana en diferentes bloques ese paso, poco a poco que damos, hasta el encuentro con la muerte a través de la experiencia con su madre, eje central de todo el poemario.
Comienza el libro con varias citas de 4 poetas de los cuales tres comparto preferencias. De todas ellas me quedaría con la de Rosalía de Castro o la de Pedro Casariego; este último afirma con rotundidad:
La vida puede ser una lata.
Y creo que es ideal con mis reflexiones en el comienzo de esta reseña.
Las madres son el símbolo de la esperanza, de la vida, de la muerte. Es el vientre de la humanidad, el pulmón de toda existencia. Sin ellas todo es humo.
¿Cuántas láminas de acero se habrán unido
para revestir el cielo?
(…)
Un cielo por niveles donde transitan aceros
y estaños a sus anchas.
Donde se forman las nubes blanquecinas o grises.
Donde las flores miran y las aves cruzan.
Donde los ojos de aquel desean la vida.
Donde se satisface la necesidad del gozo.
(…)
Cada vida forja su propio acero y estaño refinados.
A partir de este momento, Gema comienza a transitar sobre una dolorosa realidad que comienza con los recuerdos de la infancia en Ciudad hoja; en ella la poeta enseña la erosión de la niñez, las experiencias forjan la adolescencia, los anhelos, los sueños y los deseos van formando la primera capa limpia e inocente del ser humano. ¡Qué importante son las madres en esta etapa, son nuestros faros, nuestros hilos con el mundo!
Coge el teléfono,
regala esperanza
sobre la cobertura vegetal.
¿Quién pondrá las preguntas
a la salida?
Ese vínculo con la vida, la esperanza, los sueños que solo una madre enseña. La madre es el puerto, es el viaje, es la virtud. La lata aun es fina. Brilla ante un sol que aún no quema:
Un punto central, equilibrio
entre la persuasión
y la sabiduría.
Un vínculo
al que anudar
la cuerda
de cualquier barco en puerto.
El siguiente paso es Ciudad Lata. Los recuerdos, el afecto, el amor quedan en el presente ahogados por la realidad:
Antes de que se corone
el mechón de pelo bañado
en plata, vibra
(..)
Viajes
Te he llevado de un lugar a otro.
Del dormitorio al salón
hemos recorrido montañas, lagos,
playas, castillos, zonas de tormenta y sol.
Te he dado galardones heroicos
por coger el vaso, la galleta o el pan.
Cada dos pasos, de piedra
a piedra, una imagen
partida en dos y dos.
Recibe mi amor
en este trozo de pan.
(…)
Dar la vuelta al tiempo
y estirar los minutos,
para que tu hambre y sed
sacien antes que la mía.
Es ley.
El siguiente bloque Señales es la espera al desenlace, la vida va gastando el cuerpo, la mente, el espíritu. Hay una espera densa, en calma pero demasiado densa.
A veces, nos gustaría parar el tiempo en nuestras manos, alimentar el deseo de vivir un poco más, y de tener en nuestro poder la posibilidad de cambiar el destino
Te despertará la ausencia otoñal.
Los días serán más cortos.
Rechinarán al contacto con el aire.
Bajará el sol y las temperaturas.
Si te pusieses de puntillas
podrías alcanzarlas.
Y después el final. Última estación.
La lata ha oxidado el último suspiro, no hay tiempo y todo se convierte en una áspera reflexión sobre la muerte, en los ojos de la madre-. Y el vacío apremia, para dejar paso al inminente duelo. Deseamos que sea muy rápida, sin enfermedad, sin agonía, casi sin que nos demos cuenta.
En este bloque me quedo con poemas tan simbólicos y hermosos como el poema La Culpa y Llanto. Es la derrota esperada, serena y lúgubre. Increíble es el poema Conservación del cuerpo tras una muerte cercana. Es una narración descriptiva, profunda, contemplativa. Juego, metáfora, símbolos y elegía.
En definitiva esta poeta que no tengo el gusto de conocer en persona, me ha dejado profundamente marcada por su madurez poética, es el primer poemario que ha publicado con la editorial Versátiles, aunque por su propia biografía tiene ya una clara trayectoria que hay que seguir y estar atentos.
Gracias por enseñarnos a través de la poesía el terrible paso por la vida, y la certeza de la muerte, en la figura de un ser tan especial como es una madre. Además homenajear a las familias que cuidan de los suyos, a veces nadie es capaz de entender esa realidad tan dolorosa, que lleva a un desgaste físico y mental brutal.
En este sentido sé muy bien lo que eso significa.
Un último apunte para este Cielo de Hojalata por Norman Cousins:
La muerte no es la mayor perdida en la vida. La mayor pérdida es lo que muere dentro de nosotros mientras vivimos.