Todos somos iguales en la noche.
El insomnio abandera el exilio
al que se aferra el delirio.
Delirio de compañía y soledades.
Delirio del día siguiente, de lo que viven
las horas o de lo que cantarán.
Delirio de techo, de frío o de hambre.
Delirio de la trémula impaciencia
y del rugir del motor que acelera.
Todos somos iguales para la noche.
Nos mira a medida, tallándonos un traje.
Cortado con las mismas tijeras
del ropaje que vestimos en la mañana,
cuando creemos estar fuera de su alcance.