En el Principio, era el cerebro.
Páramo habitable que quería contar
una historia escrita hasta cierta parte.
«Ven tras de mí», decía el Placer.
Entre el sueño nocturno y la contemplación
se escabullía el genio del impulso.
«No perdamos más el tiempo», decía la Realidad, contrapesando extremo de la balanza
con propia experiencia personal.
Más allá del Principio, la noche se repite
y con ella venera el juego libertador del deseo.
Dibuja un tablero de ajedrez en la mente y tras eso, derrama su gracia sobre él para que todas las piezas caigan.
Entre el sueño nocturno y la contemplación…
El mundo del impulso es de lo más atractivo, pues nos obliga a sacudir la pereza.
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Los impulsos son un mundo aparte, sí, sobre todo por deshacerse la abundancia de descuidos. Algunos no vienen mal. 😜
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