La noche llega como un pálpito.
Una caricia ambarina de las horas
en las que el Sol aún quiere
rescatarnos. La Luna presiente,
observa con sus palabras y conjetura
en todos los idiomas un posible mensaje.
La noche presume larvada y disimula
el secreto furtivo. Las palabras viajarán.
El viaje que comience en el motor
cardiovascular, terminará al fondo
de la noche estrellada.