La roca lacerante
es tan hiriente
como las tajadas
del día a día.
Incluso si no provocase
daño, marcaría la piel
a jirones de brumas.
El chinarro
¿cuántas veces
habrá rodado
afilando sus cantos?
Emergencia por
adaptar su cuerpo
al paso de los daños.
Al irrumpir la noche
ambas pacen en el suelo
e ignoran las diferencias
compartidas en su espacio.