La prudencia de la tarde

La forma más dulce de despertar
es cruzando la noche a nado y encontrarme
poniendo pie en tierra, de tu mano. La luna
se posa en tus ojos y una nube blanquecina
eclipsa tu iris y tus recuerdos. Te cuestionas dónde
quedarán las almas de los pájaros y señalas preguntándome
quiénes serán aquellos que huirán de sus padres o destruirán
otros nidos; sin tener más respuesta que acariciar tus manos,
desde sus raíces hasta tus dedos entallados. Te tomo bajo
el capitel. Eres firmeza mantenida hasta el final. Eres soporte
pese a la debilidad de tus manos tus ojos tus piernas tu aliento.
Tomo una lanza en favor del silencio para defender el tuyo,
hasta que llegue la noche y otro día.

Gema Albornoz


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