«El cerebro ofrece palabras, el corazón ofrece latidos».
Alejandro Jodorowsky
Laten palabras
con vida propia.
Mengua el ritmo
si fluye la sangre
desde el corazón a las venas.
En automático el cerebro,
sin manejo de una lengua,
que no pincha
y un silencio que no sangra.
Recorren un abismo
—lingüístico—
entre masas neuronales.
Laten palabras
hasta ensordecer los oídos.
Estremecen sentidos.
Estallan vibraciones coronarias.
Truenan ventiscas venosas.
Resuena la calma.
Sosiego.
Soplar despidiéndolas
—con la boca.
Salen con el conducto
y tocan luz.
Como aire que apaga
la llama de una vela.
Gema Albornoz
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