
Tan desierta estaba la playa
que tenía antojo de estrellas.
Pero era tan deprimente
estar sin cuerpos celestes
que a la primera mujer que vio
una ardua tarea le encargó.
—¡Quiero que me llenes la arena
de estrellas que brillan de noche.
Estoy harta de ver esta escena!
—gritaba con reproche.
La mujer sólo asintió
pensando en una solución.
Paseaba cada mañana,
muy de madrugada,
recogiendo todas las conchas
de aquella orilla, sin falta.
Las conchas desaparecían
y cuando finalizaba el día
la mujer iba con su canasta
y en la arena las esparcía,
coloreándola y adornándola.
Eran sus estrellas y lunares de colores
que brillaban en todos los rincones.
Gema Albornoz

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Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.wordpress.com/.

Gema, me gustan mucho tus cambios de registro. Este poema es más sutil, tiene el sonido de las canciones populares, casi de cuento. Tiene un ritmo embriagador, que te deja paseando por la arena en busca de esas estrellas.
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¡Me maravillan tus comentarios! ¡Eres un encanto, Natalia!
Me gusta cambiar de registro, normalmente, va en concordancia con lo que en ese momento se me va ocurriendo. Es decir, no lo planeo previamente. Tengo una idea inicial y cuando acabo puede que no tenga nada que ver con lo que pensaba. ^^
Pero disfruto mucho con el proceso y los resultados. 😀
Es precioso que te embriagues con el ritmo del poema, como si de las olas se trataran.
Un abrazo.
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