La habitación está en silencio.
Hay un rugido a punto de salir del pecho,
un grito a punto de estallar entre manos.
Yacen palabras náufragas en el centro. Y
sin embargo, no encuentran la balsa a la
que aferrarse. Aún sabiéndose mar, aún
teniendo tanto por decir, en esta sala
que queda muda y ciega de letras.