Soplo tus pestañas
como dientes de león.
Deseos despegan
y mi boca volcán feroz.
Acaricio la madeja
cosida a tu cabeza.
De ahí parten los hilos azabaches
de mi colgante protector.
Ese que siempre cargo
por sus flechas y espirales,
indicando el camino recto
hasta mi corazón.
Mascullo cuantos suspiros vuelan.
Rumio la esperanza
y me alimento
durante todo el día,
cuando das la espalda a la puerta
y sale por ella.
Dejándome aquí,
esperando
que vuelvas pronto
para recargarte de nuevo
con soplidos y caricias.
Gema Albornoz
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Basada en una obra en https://emocionesencadenadas.com/.


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